En la primavera de 1813, después de cinco años de lucha incesante, la situación de los ejércitos de José Bonaparte I en España presentaba grandes síntomas de extenuación. Se habían visto obligados a retirarse de todo el sur, Extremadura, Andalucía y La Mancha, quedando reducidos, en las regiones en que todavía se hallaban, a la defensiva, con muy pocas esperanzas en el triunfo final. Ciertamente, volvieron a ocupar Madrid, pero ello supuso que las tropas españolas e inglesas, que guarnecían la capital –en donde entraron el 12 de agosto de 1812 bajo el mando de Wellington– se retiraran conjuntamente a la línea del Tormes, y luego a Ciudad Rodrigo. Un hecho que, junto con el avituallamiento de todo tipo de pertrechos en los puertos santanderinos por la Royal Navy, habría de ser determinante para el posterior éxito de Vitoria.
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