El 5 de mayo de 1429, día de la Ascensión, una flecha lanzada por un arquero al ejército inglés que sitiaba la ciudad de Orléans, llevaba una misiva en la que se leía: “Rey de Inglaterra, y tú, duque de Bedford, que te llamas a ti mismo Regente del Reino de Francia… Entregad a la Doncella, enviada aquí por Dios el Rey de los Cielos, las llaves de todas las ciudades que habéis tomado y violado en Francia. Ha venido aquí en nombre de Dios para apoyar a la Familia Real. Está preparada para hacer la paz, si estáis dispuestos a ello, tan pronto como abandonéis Francia… Rey de Inglaterra, si no lo haces así, yo soy la capitana, y en cualquier sitio que llegue hasta tus tropas las haré marchar”.
Esta carta era la tercera que Juana de Arco enviaba a los ingleses, instándoles a levantar el sitio de Orléans y a abandonar la parte de Francia que habían ocupado. Tras la tregua del jueves de la Ascensión, impuesta por la joven Juana, capitana cristianísima, se reanudaron los combates, y tres días después, el 8 de mayo, los ingleses se veían forzados a abandonar el asedio que habían iniciado en octubre del año 1428. Fue un paso tan decisivo en esta fase final de la Guerra de los Cien Años, que Juana de Arco se convirtió en uno de los grandes mitos de la Historia de Francia. El freno en Orléans significó el inicio del fin para los ingleses cuando parecía imposible detenerles en su ocupación del territorio francés, y permitió la liberación de Francia por la acción salvadora de una joven campesina.
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