Cuando Japón atacó por sorpresa Port Arthur en febrero de 1904, dando inicio a la guerra ruso-japonesa, se frustró el primer plan para partir Corea en dos zonas de influencia divididas por el paralelo 38.
A finales del siglo XIX, tanto Rusia como Japón emprendieron grandes proyectos de industrialización y modernización de sus economías, aunque ambos países mantuvieron un autoritarismo tradicional, basado en las figuras del zar en Rusia y el emperador en Japón. Ambas potencias aspiraban a incorporar a sus imperios zonas de influencia en Asia oriental, siguiendo la oleada imperialista de finales del siglo XIX.
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