Erigido en una colina de pinos sobre la localidad de Agia Marina en la isla de Egina, el santuario de Afea fue un importante lugar de peregrinaje del mundo antiguo y centro simbólico fundamental en la antigua Grecia. Fue construido a una distancia equidistante del Partenón y del templo de Poseidón en el cabo Sunio, formando con ellos un triángulo equilátero denominado el Triángulo Sagrado de la Antigüedad. Considerado por los arqueólogos durante mucho tiempo como un templo dedicado a Zeus Panhelénico primero y a la diosa Atenea después, el santuario fue inicialmente construido en honor a Afea, diosa protectora de madres, niños y todos aquellos en proceso de crecimiento, que era venerada en la isla desde la Prehistoria.

Algunos expertos consideran que el templo simplemente cambió el culto de Afea por el de Atenea durante la reconstrucción del segundo edificio, en agradecimiento a la diosa por la victoria en la batalla de Salamina. Una segunda teoría mantiene que el santuario fue dedicado a ambas diosas a la vez, sugiriendo que Atenea probablemente había sido asimilada y adoptada en las creencias de los eginetas en conjunción con Afea.

La ninfa Britomartis

La mayor parte de la información con la que contamos sobre la diosa Afea procede principalmente de Pausanias y se basa en tradiciones de la isla de Creta, en las que Afea se identifica con la ninfa cretense Britomartis-Dyktyna. Hija de Zeus y la ninfa Carme, a Britomartis, una de las compañeras favoritas de Artemisa, se le atribuía una gran pasión por la caza.

Tapiz del ahogamiento de Britomartis, hacia 1547–1559.

Según la mitología griega, el rey Minos se enamoró locamente de ella y trató de seducirla. Para huir de él, Britomartis saltó al mar, enredándose en las redes de unos pescadores. Uno de ellos se enamoró de la ninfa, quien, una vez más, volvería a saltar al mar para escapar, nadando hasta una playa de la isla de Egina y refugiándose en los bosques, donde pareció desaparecer ante los ojos de los pescadores. Desde entonces se le dio el nombre de Afea, que significa “aquella que es invisible”. Según la leyenda, el templo se construyó exactamente en el lugar de su desaparición.

Potencia marítima

Debido a su estratégica posición en el centro del golfo argosarónico, la isla de Egina fue una de las primeras potencias marítimas de la Antigüedad, y gran rival de Atenas. Habitada desde la Prehistoria, esta isla del Egeo occidental gozó de un periodo de máximo esplendor alrededor del siglo VI a.C., durante el cual sobresalió como potencia naval y controló el comercio de la zona. Los eginetas fueron los primeros griegos en utilizar la plata como medio de intercambio, acuñando posteriormente su propia moneda, y su flota desempeñó un papel crucial en la derrota de los persas en la batalla de Salamina, en el año 480 a.C.

Desplazada pocos años después por Atenas como potencia naval y comercial, Egina no volvería a recuperar parte de su importancia hasta la guerra de Independencia griega contra el Imperio otomano, al convertirse por un breve periodo de tiempo en el centro administrativo, político, cultural y económico del primer gobierno del joven Estado griego en 1827. De todo el patrimonio con el que cuenta la isla destaca el templo dórico de Afea. Datado entre el periodo arcaico y clásico del arte griego, está considerado como uno de los mejores ejemplos de la antigua arquitectura helena desde los puntos de vista físico, geométrico, artístico y técnico. Erigido en el punto más elevado de la cadena montañosa de Egina, las primeras estructuras edificadas en este lugar se remontan a los siglos VII y VI a.C., que fueron destruidas alrededor de los años 570-560 a.C. por un incendio.

Vista del Egeo desde la colina sobre la que se alza el templo de Afea en Agia Marina, un entorno lleno de pinares. El edificio se halla en un lugar equidistante del Partenón y del templo de Poseidón en el cabo Sunio.

La devastación fue de tal magnitud que los habitantes de la isla tomaron la decisión de derribar completamente el santuario, a excepción de la entrada y el gran altar, para reconstruirlo. Tras añadírsele nuevas terrazas y ser ricamente decorado con esculturas de la escuela egineta, una de las más famosas de la época arcaica, el templo adoptaría su forma definitiva en 500 a.C., con una muralla que rodeaba todo el perímetro y un imponente propileo en la parte sur que dotaba al complejo de una apariencia monumental.

Sin embargo, sus días de esplendor no durarían demasiado, y tanto su importancia como sus infraestructuras terminarían declinando después de que los atenienses se hicieran con el control de la isla desde mediados del siglo V a.C. El santuario entraría en un periodo de decadencia en el siglo III a.C., y el área sería definitivamente abandonada a finales del siglo II a.C. El templo, que permanecería visible e imponente a lo largo de los siglos siguientes, no volvería a despertar ningún interés hasta que, en 1812, el arquitecto inglés Charles Robert Cockerell y su amigo alemán el barón Carl Haller von Hallerstein exploraron el recinto.

Telamón, peleo y aquiles

Tras la extracción de la mayor parte de las esculturas de los frontones del templo, bellamente talladas, que representan combates de la guerra de Troya y que destacan por la presencia de algunos héroes locales como Telamón, hijo de Éaco, rey de Egina, y hermano de Peleo, padre de Aquiles, los mármoles fueron transportados a Italia, donde más tarde serían subastados y comprados por el rey bávaro Luis I, padre del futuro Otón I de Grecia. En 1928 fueron trasladados a Múnich, y a día de hoy se exponen en la Gliptoteca de la capital bávara.

Las excavaciones sistemáticas del recinto se llevaron a cabo a partir de 1901 por el Instituto Arqueológico Alemán, y sacaron a la luz una serie de notables descubrimientos, entre los que destacan algunas ofrendas votivas de eginetas de toda condición social y edad que acudían al recinto buscando el favor de la diosa, así como diversas estatuillas de terracota de distintas deidades femeninas encontradas en la parte nororiental del templo, en una cueva que se cree que estaba considerada por los antiguos habitantes de la isla como la entrada o punto de conexión con el inframundo.

Detalle de las columnas del santuario, cuya primera estructura se remonta al siglo VII a.C., y que fue reconstruido tras un incendio de gran magnitud que tuvo lugar en torno a los años 570-560 a.C.

Estos hallazgos se pueden visitar en el Museo Arqueológico de Egina, que cuenta con el privilegio de ser el primer museo de Grecia. Fundado en 1829 por Ioannis Capodistrias, primer presidente del Estado griego moderno, la institución fue trasladada en 1980 de la Escuela Eunardios a la que hoy es su sede actual, un moderno edificio cerca del recinto arqueológico de Kolona, en el que se hallaron restos de sucesivos asentamientos prehistóricos incluyendo varios edificios de época micénica y un templo dedicado al dios Apolo.

Silvia Álvarez Martínez 

* Artículo publicado en La Aventura de la Historia, número 245.

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