El americano ofreció a Leamas otra taza de café y dijo:
–¿Por qué no se vuelve a dormir? Podemos telefonearle si aparece.
Leamas no dijo nada: se quedó mirando absorto por la ventana del puesto de control, a lo largo de la calle vacía.
–No irá a quedarse esperando aquí para siempre. Quizá venga en algún otro momento. Podemos conseguir que la Polizei se ponga en contacto con la Agencia, y usted estaría aquí de vuelta en veinte minutos.
–No –dijo Leamas– ya ha anochecido casi del todo”.
Así empieza una de los novelas más memorables del espionaje, El espía que surgió del frío, publicada en 1963, en plena Guerra Fría, y escrita por John Le Carré (David J. Moore Cornwell), un escritor que se constituiría como uno de los más destacados en lengua inglesa de todos los tiempos. La escena con la que se inicia la novela, un clásico donde los haya, tiene lugar en Berlín, en el puesto de control conocido como Checkpoint Charlie, el más célebre de los establecidos en la capital alemana desde la división de la ciudad al término de la II Guerra Mundial.
Entre 1948 y 1990, con la caída del Muro, fue ese lugar el centro neurálgico del enfrentamiento entre los servicios secretos del bloque soviético, con el KGB en su cumbre, y los occidentales, donde, durante los primeros años, “reinó” el MI6 británico hasta que los nuevos tiempos encumbraron a la CIA norteamericana.

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