Escribir una novela histórica es, para mí, buscar los móviles psicológicos que impulsan el caudal de los acontecimientos públicos dentro de las condiciones de una época determinada. Como a tantos españoles sin vergüenza de serlo, me atraía mucho el fenómeno del Descubrimiento de América, reducido toscamente a una historia simplista de buenos y malos, a una aventura de codicia y explotación. Tenía que haber algo, alguien, que fuera contrapunto a tanto soldado de fortuna. Y éste es, sin duda, el cántabro Juan de la Cosa.
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