En la historia de Europa, cuando se habla de revoluciones, enseguida resulta mencionada la francesa de 1789, aquella que comenzó con la toma de la Bastilla y que finalizaría con la etapa del Terror. Como uno de sus hechos más significativos, además, siempre queda señalada la decapitación de Luis XVI, que habría simbolizado el fin del Antiguo Régimen. Pero lo cierto es que Inglaterra, la cuna de esa tradición que a veces se percibe como fuente de uno de los sistemas parlamentarios más estables del continente, presenció un hecho parecido en 1649, cuando Carlos I Estuardo resultó procesado y condenado por crímenes contra sus súbditos. Es más, pocos saben asimismo que tras su ejecución existió un breve período republicano hasta 1660, momento en que Carlos II recuperaría el trono tras el fallecimiento del lord protector Oliver Cromwell.
Y lo que resulta aún más desconocido es que durante las guerras civiles inglesas de 1642-1649, que enfrentaron a los parlamentarios puritanos con el rey, existió en el bando de aquellos un grupo agitador que defendía con vehemencia ciertas transformaciones políticas de calado.
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