La palabra mosaico deriva del término griego mousaes, que significa musa, probablemente porque se consideraba que un arte tan eminente solo podía ser obra de artistas inspirados por ellas.
Desde finales del siglo III a.C., Roma dedicó un volumen considerable de su industria a la elaboración y exportación de mosaicos. Estas composiciones estaban realizadas con pequeñas piezas de mármol, piedra, vidrio –procedentes de las arenas de Egipto y Oriente Medio– o terracota de pequeño tamaño, las teselas, lo que hace que esta disciplina sea conocida como opus tesselatum –la técnica del mosaico deriva de un perfeccionamiento del primitivo pavimento que se hacía con guijarros y que se denominaba con el término griego lithostrotos.
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