Con menos problemas para mí y el tiempo a emplear, podría haber elegido como mi héroe al Cid Campeador, un hombre de acero como su Tizona; o a Hernán Cortés, el conquistador más excelso y príncipe de la diplomacia en el Nuevo Mundo; o incluso a Adolfo Suárez –¿por qué no?–, el guionista prodigioso de la Transición, desde 1976 a 1981. Pero no, creo que voy a sorprenderles; escojo a don Juan Prim Prats, nacido en 1814, militar desde 1834, fundador del Partido Progresistas y revolucionario de pro hasta la culminación de sus tareas en 1868. Y debo puntualizar que a este paladín de la democracia, en un país lleno de autoritarios, anárquicos, violentos y otros especímenes, le rendimos tributo un grupo de amigos de este tiempo en la primavera del 2000 en su mausoleo en Reus, su ciudad natal.
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