Aunque su apuesta por la violencia estaba presente desde su fundación en 1958, ETA tardó en encontrar una receta teórica para ponerla en práctica. En su IV Asamblea (1965) aprobó la estrategia de acción-reacción: provocar, mediante atentados, una represión desproporcionada por parte de la dictadura. La debía sufrir el conjunto de la sociedad vasca, que así se uniría a la “guerra revolucionaria” en pro de la independencia de Euskadi.
En marzo de 1967, ETA celebró la segunda parte de su V Asamblea, que dio luz verde a la espiral de acción-reacción. Gracias a los atracos, consiguió fondos para mantener a sus liberados y adquirir armamento. ETA cometió sabotajes, ataques contra propiedades de personas acusadas de colaborar con las Fuerzas de Orden Público y puso bombas en ayuntamientos, locales sindicales, cuarteles, símbolos franquistas, repetidores, periódicos…
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