A lo largo de la II Guerra Mundial, más de medio millón de mujeres combatieron en el Ejército Rojo. La mayoría fueron reclutadas en marzo de 1942 para suplir las enormes bajas sufridas por sus compatriotas varones durante la invasión nazi. Y aunque muchas de sus funciones se desempeñaban lejos del frente, hubo una minoría nada desdeñable –inalcanzable en cifras para el resto de beligerantes– que decidió servir a la Madre Rusia empuñando un arma.

Como en Las brujas de la noche (ver La Aventura de la Historia, núm. 210), Lyuba Vinogradova rastrea de nuevo notas, diarios y entrevista a supervivientes no para valorar la contribución de estas mujeres al conflicto bélico o la política de género de la URSS, sino para reflejar sus vivencias individuales, la esencia de lo que suponía para ellas apretar el gatillo contra el adversario. Una misión que, sin embargo, no era su única preocupación diaria. El frío, el hambre, las enfermedades y, sobre todo, el acoso y los abusos sexuales sufridos a manos de sus propios compatriotas se convirtieron en amenazas constantes para ellas.

Un grupo de francotiradoras soviéticas en el frente de Leningrado.

La vuelta a la vida civil supuso para muchas el último golpe, en ocasiones más duro que los balazos y heridas de metralla sufridos en combate. El desprecio y el recelo con el que vecinos y familiares las recibieron –como si en vez de pelear vinieran de prostituirse– provocó que su memoria quedara silenciada.

Por suerte, Vinogradova sigue empeñada en rescatar sus voces. En salir de un marco historiográfico general para ilustrar un aspecto particular del conflicto que construya una historia alejada de números y estadísticas. Una historia con nombres y apellidos.

Ángeles vengadores. Las francotiradoras soviéticas en la II Guerra Mundial

Lyuba Vinogradova

Barcelona, Pasado & Presente, 2017,

350 págs., 33 €

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