El periodo que va de fines del siglo XVI a mediados del XVII es uno de los más interesantes de la historia de la brujería en la Europa católica, porque en él se acumulan procesos, autos y castigos de cuyo análisis se origina una revisión del pensamiento existente en aquel momento. Se percibe el mal en todos los niveles de la vida; por ello, teólogos, filósofos ocultistas e inquisidores se esfuerzan por compilar tratados que versan sobre el tema. Con ello intentan poner freno al fenómeno de la “caza de brujas”, estableciendo la actitud que hay que tomar ante la brujería, cómo han de realizarse los interrogatorios, de qué manera se tortura, con qué baremo se establecen los castigos, en qué momento y dónde se han de celebrar los autos de fe, qué jerarquización se ha de seguir en ellos, etc. Todo un museo del horror minuciosamente descrito en manuales que duele leer por su crueldad, intolerancia y depravación.
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