Si los alemanes hubiesen leído entre líneas el discurso de Winston Churchill, poco después de la derrota de Dunkerque, hubieran podido deducir lo que los ingleses preparaban en caso de invasión: “Nosotros defenderemos nuestra isla, lucharemos en las playas, lucharemos en los aeródromos, lucharemos en los campos y las calles, lucharemos en las colinas… nunca nos rendiremos”.
El as que el dirigente británico se guardaba secretamente en la manga, si los alemanes ponían pie en Inglaterra, era algo que se remontaba a las guerrillas españolas en la guerra de la Independencia contra los franceses. Consistía en crear una organización clandestina a partir del embrión de la Home Guard (Guardia Interior), entrenada para llevar a cabo actos de sabotaje y asesinatos selectivos contra las fuerzas alemanas y posibles colaboracionistas y simpatizantes en suelo inglés. Gran Bretaña fue el único país durante la II Guerra Mundial, junto con la Unión Soviética, capaz de organizar un movimiento de resistencia antes de ser invadido.

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