Enrique VIII mantuvo una perfecta relación con la Europa católica durante los primeros años de su reinado. Esta concordia se prolongó tras el estallido de la Reforma protestante cuando el soberano escribió en 1521 contra Martín Lutero su Defensa de los Siete Sacramentos, lo que le valió la concesión pontificia del título de Defensor Fidei.
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