Si Jesús de Nazaret se hubiera limitado a predicar el amor al prójimo, su condena a muerte sería un contrasentido y un enigma histórico. La explicación, difundida por los primeros cristianos, responsabilizando de la crucifixión al pueblo judío, ha entorpecido la investigación y sólo ha servido para alimentar sentimientos antisemitas que aún se resisten a desaparecer. Para esclarecer históricamente esos acontecimientos es imprescindible eliminar prejuicios inveterados de nuestra cultura cristiana, comenzar a pensar que Jesús políticamente estaba comprometido y que su proceso se atuvo a la legislación vigente, que lo juzgó merecedor de la pena capital. Una decisión acertada si se la mira a la luz de los intereses políticos del Imperio en la estratégica provincia de Judea.
Este contenido no está disponible para ti. Puedes registrarte o ampliar tu suscripción para verlo. Si ya eres usuario puedes acceder introduciendo tu usuario y contraseña a continuación: