Cuando Gandhi (Porbandar, 1869) fue asesinado el 30 de enero de 1948 por un fundamentalista hindú, era un anciano de 78 años, con la salud quebrantada por sus repetidas huelgas de hambre y con el espíritu conmocionado por el desastre en el que se había convertido la ansiada independencia de su país.
Se encontraba en Delhi, reponiéndose; venía de Bengala, donde había conseguido terminar con las matanzas entre hindúes y musulmanes, e iba camino del Punjab, donde pensaba utilizar toda su influencia para frenar las matanzas y traslados masivos de población que acompañaron su reparto entre India y Pakistán.
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