El valor simbólico de algunas obras de arte supera con mucho su calidad estética. Es el caso de la Loba Capitolina, la famosa estatua en bronce convertida, a lo largo de los siglos, en emblema de la ciudad de Roma.
Hasta tiempos muy recientes, se la consideraba obra de la Antigüedad, realizada en la Magna Grecia o en Etruria, o quizá en la misma Roma, tal vez por escultores extranjeros. Incluso, en las últimas décadas, se había impuesto la hipótesis de su origen etrusco, algo que parecía confirmar los resultados obtenidos tras la restauración de la Loba, presentados el año 2000 en una exposición en los Museos Capitolinos.
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