El 14 de junio de 1940, los ejércitos alemanes ocuparon París, declarada “ciudad abierta”. En medio del pánico general en Francia, los partidarios –general Weygand, mariscal Pétain, almirante Darlan y Pierre Laval– de resignarse a la derrota y reclamar el armisticio a los alemanes, se impusieron. El presidente del Consejo, Paul Reynaud, defensor, en cambio, de continuar la lucha, aceptando la “capitulación”, pero no la derrota definitiva –para seguir la guerra en Ultramar–, dimitió el 16 de junio. El “armisticio” finalmente ganó, pero como acto político que era, tendría –graves– consecuencias. De entrada, Francia fue el único país en Europa que aceptó voluntariamente las condiciones de la Alemania nazi, lo que tuvo terribles secuelas para la suerte de los judíos en territorio galo.
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