Todo empezó en Venecia, durante las fiestas del Carnaval de 1638. Con la esperanza de poner fin a los estragos derivados de las timbas privadas que operaban fuera de la ley, el Consiglio dei Dieci permitió que se abriera la primera casa de juego pública después de siglos de prohibición. Esta se instaló en el Palazzo di San Moisè y fue conocida como el Ridotto Dandolo. Por aquel entonces a estos establecimientos todavía no se les llamaba casinos. El ridotto era como un mercado público donde exclusivamente los miembros de la nobleza podían tener la banca y al que acudían el resto de ciudadanos –hombres y mujeres– para jugar contra ellos. El Ridotto de San Moisè está considerado el primer casino de la historia y su notoriedad ha trascendido hasta nuestros días por haber sido escenario de las libertinas juergas de jugadores célebres como Giacomo Casanova o Lorenzo da Ponte.

Las mesas que ocupaban sus salones ofrecían novísimos juegos, tales como el biribisso o la bassetta, que habían surgido bajo el influjo de los últimos descubrimientos matemáticos: el cálculo de probabilidades. Antes del Renacimiento, los jugadores tenían las mismas posibilidades de ganar o perder en el momento de empezar una partida, puesto que los antiguos juegos eran justos y equitativos. Sin embargo, a partir del siglo XVI se crean los llamados juegos de contrapartida, a saber, juegos de puro azar donde parece que solo la suerte determina el ganador, pero cuya mecánica otorga una inequívoca ventaja a quien actúa de banquero.

Los venecianos acudían al ridotto para apostar contra impersonales crupieres (derecha) que controlaban la banca, como se aprecia en esta obra de Pietro Longhi, siglo XVII.

De ese modo, los profesionales del juego podían obtener beneficios –a largo plazo– con total garantía sin necesidad de jugar mejor que los puntos, ni hacer trampas. Los juegos de contrapartida pueden parecer a primera vista el timo de la estampita, pero son en definitiva el elemento que permite a los jugadores tener entretenimiento de pago. Y este tipo de pasatiempo acabó por convertirse en un modelo de negocio viable y lícito que perdura hasta la fecha.

[intense_alert color=»#d03531″ font_color=»#ffffff» shadow=»4″]LOS JUEGOS TIENEN SIEMPRE MÚSICA

¿Alguna vez te has preguntado por qué los juegos siempre tienen música? La música es un elemento esencial para disfrutar plenamente una Tragaperras Casino777 o un videojuego online, ya que es parte esencial para crear el entorno adecuado para el juego y la historia que en algunas ocasiones se desarrolla en él. Y en caso de no tener una historia o tema específico, como puede suceder en la ruleta, la música te lleva hasta lo que es el entorno de un casino tradicional, para que te sientas un jugador experto mientras apuestas en tu plataforma favorita de juegos de azar.

Los primeros videojuegos de la década de 1970 tenían música, pero era bastante particular. Se denominaba «enlatada» porque se programaba de la misma forma que el resto de elementos del juego. No se incluía otro tipo de música porque todavía no era posible técnicamente.

Afortunadamente, la tecnología evolucionó muy rápido en el siglo XX, lo que continúa sucediendo en el siglo XXI, y pronto los desarrolladores de videojuegos pudieron agregar música exclusiva creada especialmente para cada juego. De hecho, fue en ese momento cuando el famoso compositor Koji Kondo comenzó a componer música para los videojuegos y se convirtió en el precursor de esa modalidad creativa. Además, muchos artistas de la música cedieron sus obras para que formaran parte de videojuegos.

Por ejemplo, Paul McCartney compuso la música para el juego Destiny. Creó la canción Hope for the Future para demostrar el sentimiento de esperanza que se vive en el juego cuando los personajes deben salvar el planeta de una invasión extraterrestre. Por otro lado, el juego Gears of War también tuvo su propia canción compuesta por una banda famosa, Megadeth, en un entorno más bélico.

De la misma forma que la música es un elemento esencial en el cine, al ser capaz de ofrecer un marco especial a algunas escenas y emocionar de diferentes formas a los espectadores, también es fundamental en los videojuegos. El diseño y la tecnología de los nuevos videojuegos o las nuevas versiones de los más antiguos nos sorprenden. Por eso, se espera que en un futuro cercano la música también traiga más innovaciones al mundo de los videojuegos.

[/intense_alert]

Ilustraciones y redondillas

Dentro de esta categoría de recreos sobresale en popularidad el juego de la ruleta. No hay casino que se precie que no disponga de una mesa, y eso es así desde la segunda mitad del siglo XVIII, momento en el que hace su aparición en Francia. Su éxito reside en que combina los elementos más lúdicos de dos juegos anteriores, convirtiéndose en un híbrido de rotundo poder hechizante. El juego consta de un plato rotatorio –la ruleta– en el que se hace girar una bola y un tablero numerado donde los jugadores emplazan sus apuestas, ya sea poniendo sus fichas sobre los números o sobre las suertes sencillas (rojo-negro, par-impar, pasa-falta). La ruleta se utilizó en Inglaterra para varios juegos que requerían de este artilugio mecánico para obtener resultados aleatorios, como por ejemplo el E.O. (even-odd), cuya aburrida dinámica no difiere del lanzar una moneda al aire y apostar a cara o cruz, pero que resultamucho más emocionante por la incertidumbre de ver rodar la bola por encima de los casilleros.

Imagen de una ruleta europea actual.

En Francia se apropiaron del cilindro inglés para fusionarlo con un juego de origen catalán –conocido en el país galo con el nombre de hoca–, y el resultado fue el juego de ruleta tal y como lo conocemos hoy en día. Merece especial atención el jeu du hoca, puesto que ocupó un lugar preeminente en las salas de juego de toda Europa durante dos siglos. Consistía en un tablero con treinta casillas numeradas a las que les correspondía una bola con el mismo número. Los jugadores emplazaban sus apuestas sobre el tablero (al igual que en la ruleta se podía apostar a pleno, caballo, trío, etcétera), se mezclaban las bolas dentro de una bolsa, y una mano inocente extraía la bola ganadora. Luego el banquero pagaba los premios de forma proporcional a las apuestas.

La hoca era la versión francesa del juego de auca, que nació en Cataluña probablemente a finales del siglo XVI, y cuyos tableros comprendían cuarenta y ocho casillas decoradas con ilustraciones. Con el tiempo las viñetas incorporaron versos en redondilla, y las láminas acabaron por convertirse en un popular género literario y artístico que se mantiene todavía vivo: las aleluyas (auques en catalán). Puesto que los juegos de azar estaban perseguidos en la mayoría de países, los organizadores de timbas tuvieron que inventar fórmulas para poder llevar a cabo su actividad sin vulnerar flagrantemente la legalidad. Es el caso de las académies de jeux, que funcionaron en París durante el apogeo de la hoca, y cuyo supuesto propósito era el perfeccionamiento de sus alumnos en las habilidades lúdicas, aunque en la práctica se trataba de auténticos casinos.

[intense_alert color=»#d03531″ font_color=»#ffffff» shadow=»4″]CUADRIGAS, GLADIADORES, GALLOS: LA FIEBRE ROMANA

El acto de arriesgar dinero sobre el resultado de un juego o deporte es un fenómeno tan antiguo como la actividad lúdica en sí misma. Antes del siglo XX no se hacía ningún tipo de distinción entre los juegos de entretenimiento y los mercantiles, ya que siempre se apostaba antes de empezar una partida. De esa manera se dotaba con un premio al vencedor. El aliciente del juego no residía en entretenerse, sino en ganar. Las tesis que defienden que lo importante es participar, en vez de ganar, no llegarían hasta el siglo XIX. El juego tuvo un papel relevante en la Hispania romana. Jugar se convirtió en una actividad cotidiana que se desarrollaba tanto en privado como en locales públicos, y que acabó por representar un serio problema, puesto que su práctica entrañaba consecuencias perniciosas.

Dos hombres juegan a los dados sobre una mesa de madera en un fresco de la vía de Mercurio de Pompeya.

Los autores hispanorromanos –Marcial, Séneca y Columela– exponen una opinión negativa en sus obras, puesto que el juego derivaba comúnmente en adicción, disputas entre jugadores a causa de las trampas y deudas que afectaban a las familias de los jugadores. Por esos motivos, las autoridades prohibieron en repetidas ocasiones el juego en todas sus modalidades, ya fuesen juegos de azar (dados) o de estrategia (juegos de tablero). Solo quedaron excluidos del veto oficial cinco deportes: lucha, salto libre y con pértiga, lanzamiento de jabalina y las carreras hípicas. A pesar de la prohibición, los ciudadanos romanos siguieron jugando con asiduidad. Además, también era habitual hacer apuestas en los grandes espectáculos públicos: las carreras de cuadrigas y las luchas de gladiadores. Tampoco se abstenían en cruzar apuestas en las peleas de gallos.

[/intense_alert]

Tolerancia gubernamental

Por otra parte, en Londres aparecieron los gentlemen’s clubs. Estas eran sociedades exclusivas para socios donde se reunía la alta sociedad londinense y que, por su carácter privado y aristocrático, tenían el privilegio de poder albergar partidas de juegos de azar. Los primeros clubes con mesas de juego abrieron sus puertas en el siglo XVIII e incluso antes: White’s (1693), Brook’s (1764), Almack’s (1765), Crockford’s (1793); sin embargo, este tipo de locales tuvo su punto álgido durante el siglo XIX. Su éxito propició que otros países importasen este formato. Así, por ejemplo, en las principales ciudades españolas también surgieron círculos recreativos amparados por cierta tolerancia gubernamental, en los que sus socios podían jugar a la ruleta y al bacará, incluso durante los períodos de prohibición. Entre ellos se cuentan el Círculo del Liceo (Barcelona, 1847), el Nuevo Casino de Pamplona (1856), el Casino de Madrid (1868), o el Real Círculo Artístico (Barcelona, 1881).

Origen de la palabra Spa

Mientras que en las grandes urbes había espacios de recreo reservados para los ciudadanos autóctonos, a partir del siglo XVIII se empiezan a establecer casas de juego en pequeñas localidades termales con el fin de atraer a jugadores foráneos. En un principio se trataba de humildes locales donde los distinguidos bañistas jugaban a la hoca o al faraón como actividad complementaria a la oferta de relax. Es el caso de poblaciones como Bad Ems,Tunbridge Wells o Bath. Pero con el tiempo estas pequeñas timbas se adecuaron a los estándares que exigía su elegante clientela. En 1765 empieza a funcionar en Spa (actual Bélgica) el primer casino moderno de la historia.

Todavía lo bautizaron con el nombre de La Redoutte (galicismo de ridotto) aunque poco tenía ya que ver con ese casino veneciano. El edificio de La Redoutte era un gran espacio polivalente que no solo constaba de una sala de juego, sino que albergaba también biblioteca y sala de baile, todo ello decorado lujosamente para deleitar a sus aristocráticos visitantes. En el interior de sus suntuosas salas la experiencia del juego se tornaba en entretenimiento elegante. Junto con el balneario, el casino se convirtió en el epicentro de la ciudad, y Spa pasó a ser el paradigma de las estaciones termales. Es por este motivo que la lengua inglesa incorporó la palabra spa como sinónimo de balneario.

¿Industria o turismo?

Durante el siglo XIX, en las ciudades alemanas de Aachen, Baden-Baden, Wiesbaden y Bad Homburg, entre otras, también se desarrolló una intensa actividad termal. A imagen y semejanza de Spa, se inauguraron magníficos edificios con sus respectivas salas de juego, e incluso mejoraron la oferta de entretenimiento añadiéndoles teatros y restaurantes. En los territorios germanófonos estos complejos de ocio se conocían bajo la denominación de kursaal. La introducción de la ruleta en las spielsaals –o salas de juego de los kursaales– catapultó la fama internacional de estas pequeñas ciudades, y Baden-Baden, por ejemplo, recibió el apelativo de “capital de verano de Europa”. Sin embargo, la fortuna dio un giro en 1872 cuando el gobierno de Otto von Bismarck prohibió el juego y mandó clausurar los casinos. Para entonces ya se habían divulgado las virtudes de los baños de ola, y las poblaciones costeras del surdeEuropa empezaban a recibir sus primeros bañistas. Montecarlo, cuyo casino fue inaugurado en 1863, tomó el relevo de los kursaales centroeuropeos.

Pero también en España, Italia, Portugal y en el litoral francés se construyeron casinos orientados a la industria vacacional. Yes precisamente en este momento cuando gana aceptación, sobre todo en los países de habla latina, el término casino (del italiano casino) para referirse a las salas de juego. España tuvo dos destacados destinos turísticos: Santander y San Sebastián. Y evidentemente ambas ciudades tuvieron casinos. Guarda especial interés el caso de San Sebastián, puesto que el derribo de sus murallas, en 1863, propició un debate urbanístico cuyas repercusiones afectarían al modelo de ciudad y su futuro económico.

Dibujo del salón de fiestas del Gran Casino de San Sebastián.

Por una parte estaban quienes proponían la creación de un gran puerto capaz de competir con la vecina Bayona y por otro los defensores de un entramado urbano eminentemente residencial que favoreciera el desarrollo turístico. Así pues, la capital guipuzcoana se enfrentaba al dilema de escoger entre convertirse en una ciudad industrial o un destino turístico. Ciento cincuenta años después, la misma controversia se ha trasladado a Madrid y Barcelona. Finalmente, Donostia se quedó sin puerto, y en su lugar se construyeron varios casinos: el Gran Casino de San Sebastián (1887), el Casino Monte- Igueldo (1911) y el Gran Kursaal de San Sebastián (1922).

Las Vegas desbanca a Montecarlo

El modelo de casino-balneario languideció gradualmente a medida que Las Vegas se impuso como nuevo epicentro mundial del juego. A principios del siglo XX, la situación efectiva del juego en Nevada estaba expuesta a los constantes cambios legislativos que imponían los grupos de presión divididos entre partidarios y detractores de su legalidad. Finalmente, el estallido del crac bursátil del 29 comportó que los legisladores se decantaran por dar su bendición al negocio del juego en un afán por encontrar soluciones a la crisis económica. Y los primeros casinos empezaron a abrir sus puertas a lo largo y ancho del Estado a partir de 1931. Reno, por aquel entonces la ciudad más importante de Nevada, empezó a convertirse en una ciudad-casino, pero la construcción de la presa Hoover propulsó el crecimiento de la incipiente ciudad de Las Vegas –apenas contaba con cinco mil habitantes a principios de los años treinta– y finalmente tomó la delantera al resto de ciudades del Estado.

El éxito de Las Vegas, la fórmula que arrebató a Montecarlo el título de capital mundial del juego, consistió en una combinación de libre competencia del sector recreativo y la democratización de la oferta lúdica. Si los grandes casinos europeos estaban básicamente orientados a un público de alto poder adquisitivo, los nuevos complejos de ocio norteamericanos buscaron atraer a todo tipo de jugadores –y no jugadores– permitiendo apuestas bajas, ofreciendo una excelente atención al cliente, y programando espectáculos con las grandes estrellas del momento.

De la mafia a los grandes del sector

Las Vegas se caracteriza por concentrar un gran número de casinos que compiten entre sí, por lo que la ciudad ha experimentado constantes transformaciones como consecuencia del empeño de los operadores por tener siempre algo nuevo que ofrecer. En sus inicios solo contaba con unos pocos salones para jugadores habituales situados en el centro, pero a partir de los años cuarenta empezaron a inaugurarse resorts en el extrarradio provistos de piscina, sala de espectáculos, restaurante, coctelería y casino. Y con ellos llegaron los primeros turistas de fin de semana en busca de una estancia bajo el sol a un precio mínimo.

Por supuesto, las pérdidas en el casino representaban el grueso de los beneficios de estos complejos de ocio. Otro acierto consistió en la apertura de un gran centro de convenciones que atrajo ferias y congresistas, propiciando que la ciudad y sus casinos se llenaran también entre semana. El creciente número de hoteles en las afueras alteró radicalmente la fisonomía de la urbe, dando lugar a lo que hoy es la arteria principal de la ciudad, la famosa The Strip. En la década de los setenta se impuso la moda de los casinos temáticos, y desde entonces esta gran avenida se ha llenado de macro hoteles que imitan circos, palacios romanos, barcos piratas o castillos medievales.

La actual avenida The Strip en Las Vegas, arteria principal de la ciudad.

En los inicios de The Strip, los casinos pertenecían a diferentes propietarios, entre ellos algunos miembros de la mafia que aterrizaron en Nevada después de la derogación de la ley seca. A partir de los años sesenta, la propiedad de los grandes hoteles-casinos ha sido absorbida por unos pocos gigantes del sector: Caesars Entertainment, MGM Resorts International, Wynn Resorts y, especialmente, el grupo Las Vegas Sands de Sheldon Adelson. A su vez las grandes corporaciones han reproducido el modelo de Las Vegas en otros continentes con mucho éxito. Es el caso de ciudades como Macao, en China, o Sun City, en Sudáfrica.

Aleia acta est

Los ingresos netos que reportó la industria del juego en Nevada (apuestas deportivas y juegos de azar, excluyendo loterías) en 2011 rondaba los 10.700 millones de dólares (8.255 millones de euros), equivalente, por ejemplo, a los 8.401 millones de euros destinados en 2011 a Seguridad Ciudadana e Instituciones Penitenciarias por los Presupuestos Generales del Estado español. En comparación, los 43 casinos, las salas de bingo y las máquinas recreativas españolas recaudaron la mitad (4.068 millones de euros). Una cifra importante, pero muy inferior al resultado de 2008, momento en el que los ingresos del juego privado marcaron su pico histórico en España, con un total de 7.342 millones de euros.

El estallido de la crisis inmobiliaria asestó también un duro golpe a la industria del juego, y desde entonces los balances anuales marcan un claro retroceso que nos sitúa en la actualidad en los niveles de 2005. La historia se repite. No ha pasado un siglo desde el crac del 29, y una nueva crisis económica reabre el debate de modificar la legislación para encomendarse a la industria del juego como tabla de salvamento. Sin embargo, la fórmula no es una solución a corto plazo desechable una vez la situación económica haya mejorado. La historia de Las Vegas como patio de recreo nos advierte que se trata de un proyecto de largo recorrido. Alea iacta est.

Marc Fontbona

*Artículo publicado en La Aventura de la Historia, número 170.

1 COMENTARIO

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí