La biografía de Quintiliano sería, en palabras de Suetonio, la de uno de esos excepcionales retóricos o profesores, “de muy modesta fortuna, que llegaron a la dignidad senatorial y los más altos honores”. Nunca en Roma la palabra, la capacidad para hablar o expresarse bien, habría permitido llegar tan lejos como para ganar la dignidad meritoria de un cónsul, del más alto cargo político, partiendo de una condición social modesta.
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