El domingo 28 de junio de 1914 amaneció caluroso y despejado sobre los Balcanes. Aquella mañana de verano, nada hacía presagiar que unas horas más tarde tendría lugar en Sarajevo uno de los asesinatos políticos más decisivos de la Historia, magnicidio que a la postre sería el detonante de la I Guerra Mundial, en la que 13 millones de personas perderían la vida (contabilizando las víctimas civiles, 23 millones).
Para los serbios era un día muy especial: San Vitus (Vidovdan), patrón nacional de Serbia. En esa fecha se recordaba la trágica batalla de Kosovo Polje (el Campo de los Mirlos) de 1389, en la que el reino medieval serbio del príncipe Lázaro fue derrotado por los turcos. Para la Historia serbia, se iniciaba un largo período de sufrimiento bajo la opresión otomana, opresión que, para los nacionalistas serbios, era similar a la que, en 1914, representaba el Imperio austrohúngaro como sucesor del Imperio turco en los Balcanes.
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