Hoy, Venecia es con sus canales, plazas, iglesias y palacios una joya artística de preciosas hechuras, una postal viva de otros tiempos. Pero en los siglos XVI y XVII, la Serenísima fue, además, un gran centro económico y el paradigma de las más habilidosas fórmulas diplomáticas. Más aún si cabe, teniendo en cuenta la compleja realidad que era el mosaico de las ciudades repúblicas italianas. Los agentes externos que influían en dicho tablero eran tan potentes como ambiciosos. El equilibrio fue precario. Las consecuencias de un mal paso podían llegar a ser nefastas.
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