De “locura de gente deseosa de perder la cabeza y hacienda” tildaba el marqués de Castelo Rodrigo la proclamación del duque de Braganza como soberano de Portugal el Primero de Diciembre de 1640. Quien de tal modo se expresaba era sin duda el más conspicuo representante de la fidalguia (aristocracia) felipista.
Por entonces se hallaba representando a Felipe IV ante el emperador Fernando III en la Dieta de Ratisbona tras su reciente relevo al frente de la embajada española en Roma en febrero de 1641. Su abrupta salida hacia tierras germanas había obligado a Manuel de Moura a elevar una protesta al considerar que su alejamiento de la corte le convertía en objeto de desconfianza.
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