La derrota de Bailén, en julio de 1808, fue para el rey José una catástrofe. En una batalla napoleónica, el bando derrotado solía replegarse o huía perdiendo hasta un veinte o un treinta por ciento de sus efectivos. Pero en Bailén, el ejército al completo de Dupont fue destruido: casi 20.000 hombres.
Aunque el combate en sí mismo fuera un asunto menor en comparación con las grandes batallas que la Grande Armée libraba en Europa central, al incluirse en la capitulación de Dupont fuerzas que no habían llegado a entrar en combate, las pérdidas francesas fueron severísimas.
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