En la Edad Moderna, la Italia “española” era un conjunto fragmentario de reinos y Estados integrados en la monarquía de los Austrias. Con una administración política diferenciada y fuertes contrastes socioeconómicos, la presencia hispana respondió a un proceso progresivo de afianzamiento político y reciprocidad. La incorporación de los territorios itálicos a los dominios patrimoniales de los Habsburgo se articuló en conflictos armados o mediante la cesión de jurisdicciones. Por su parte, otras entidades políticas, como Toscana o Génova, mantuvieron una estrecha relación con los monarcas españoles, conservando su propia autonomía jurídica.
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