Cuando el escritor ampurdanés Josep Pla escribió que “la cocina es el paisaje puesto en la cazuela”, no se refería tan solo a la estrecha y muy evidente relación del entorno natural y sus recursos con la gastronomía, sino que en el concepto “paisaje” sin duda incluía la historia, la idiosincrasia, los avatares sociopolíticos, la climatología, la orografía o las creencias religiosas, porque un colectivo humano más o menos amplio, desde la aldea a la provincia, de la comunidad a la nación o al Estado, es o se explica en gran medida por lo que comes y por cómo lo comes.
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