La vida de la adolescente encontrada en 1731 en los bosques de Songy, en la Champaña francesa, y bautizada un año después como Marie-Angélique Memmie Leblanc, es una de las más enigmáticas, extrañas y novelescas del siglo XVIII europeo. Enigmática, por las numerosas lagunas que aún pueblan su biografía; extraña, por la naturaleza de su destino de extranjera y de “ajena” en medio de la refinada Francia ilustrada, y novelesca, por lo extraordinario de sus vicisitudes y peripecias, que recuerdan las de algunas de las narrativas exotizantes populares en la época, como las Cartas de una peruana de Françoise de Graffigny o el Cándido y El ingenuo de Voltaire.
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