Para los soberanos de todas las Rusias, Siberia, o lo que nosotros solemos entender por tal, el inmenso territorio que se extiende al este de los montes Urales hasta bañar los pies al sur en el mar de Japón, apenas era una referencia de cuyas riquezas enterradas no tenían, o parcamente, noticias y que, por supuesto, no conocían personalmente ni consideraban oportuno visitar.
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