La visión polaca: sorpresa y soledad

Preocupada durante el periodo de Entreguerras más por Moscú que por Berlín, Polonia tardó demasiado en hacerse cargo de las intenciones de Hitler. Tras la invasión, solo se derrumbó cuando la URSS ocupó el este del país. Recuperamos testimonios de la época, exponemos el castigo de la invasión sobre la población civil y analizamos la división de su territorio entre las dos potencias totalitarias

DossierLa visión polaca: sorpresa y soledad

El 1 de septiembre de 1939, a las 6:30 de la mañana, el locutor de la Radio Polaca en Varsovia estaba a punto de comenzar la programación. Sin embargo, unos minutos antes, recibió una llamada de teléfono desde el Comando de Defensa Aérea de Varsovia. Debía arrancar el precinto de un armario especial, abrirlo, y extraer de él un disco que tenía grabada una señal de alarma. Lo puso, y el sonido de una sirena se escuchó a través de las ondas y los altavoces de la ciudad. Luego le siguió un anuncio: “Proclamo la alarma para la ciudad de Varsovia, para la ciudad de Varsovia”.

A esa hora los alemanes habían comenzado ya la invasión del país, sin anunciarla y sin declarar la guerra. De madrugada, el acorazado Schleswig-Holstein había disparado contra las posiciones polacas en Westerplatte, en la Ciudad Libre de Danzig. Al mismo tiempo, y ­desde tres direcciones distintas, por el oeste, el sur y el norte, la Wehrmacht iniciaba el ataque.

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Jose Maria Faraldo
Jose Maria Faraldo
Profesor de Historia Contemporánea, Universidad Complutense de Madrid

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