Hiperactividad, lo llamaban. Y todo el mundo sabía de qué se trataba. Luego vinieron los psicopedagogos y popularizaron el palabro TDAH, o sea, trastorno por déficit de atención con hiperactividad, como si lo primero resultara indisociable de lo segundo. Y no, lo de Joan Estelrich era hiperactividad, sin más. Quienes se han ocupado de su vida —y no son muchos, por desgracia— ponen el acento, y con razón, en esa característica de su personalidad y, en especial, en su inusitado impulso juvenil.
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