Toma de Brill por los
Toma de Brill por los "mendigos del mar", en 1572.

A iniciativa de Luis de Nassau, en mayo de 1568 se formó una flotilla de naves para asegurar el aprovisionamiento de sus tropas en Frisia. Pero, tras la derrota ante las fuerzas del duque de Alba en la batalla de Jemmingen, los navíos se quedaron sin una base de operaciones.

Se dedicaron entonces al asalto de embarcaciones mercantes, barcos de aprovisionamiento y unidades navales de la flota del Almirantazgo. También realizaban incursiones sobre localidades de las costas y estuarios de Zelanda, Holanda y Flandes. Para su sustento vendían lo robado en Emden, La Rochelle y diversos puertos ingleses.

El príncipe de Orange les había concedido patentes de corso para acometer estas actividades al amparo de las hostilidades que se libraban en los Países Bajos, pero para la autoridad real y los Estados vecinos eran considerados piratas.

La presión que ejercían sobre el comercio entre el Báltico y el canal de la Mancha llegó a ser tal que la reina Isabel I ordenó el 1 de marzo de 1572 su expulsión de todos los puertos de Inglaterra. Fue así como, hace 450 años, los autodenominados “mendigos de la mar” lograron desembarcar finalmente en Brill y establecer en la ciudad una plataforma desde la que controlar otros puertos. Una ofensiva que coincidió con el proceso de cambio en el modelo de recaudación fiscal impulsado por el duque de Alba, una coyuntura económica nefasta y que contribuyó a reavivar la rebelión en los Países Bajos contra Felipe II. En el número 286 explicamos el contexto de su acción y sus consecuencias para la Monarquía Hispánica.

Imagen de la portada del número 286 de la revista de historia "La Aventura de la Historia", dedicada a la ofensiva de los "mendigos del mar" contra el duque de Alba.
Imagen de la portada del número 286 de la revista de historia «La Aventura de la Historia», dedicada a la ofensiva de los «mendigos del mar» contra el duque de Alba.

El Dossier del mes de agosto lo dedicamos a la figura de Darío I. No fue el fundador del imperio aqueménida, pero sí el creador de las instituciones que garantizarían su existencia durante los siguientes dos siglos. Alcanzó el trono de manera audaz, tras participar en una conjura contra Esmerdis, usurpador de la corona a la muerte, sin descendencia, de Cambises. Ya con el cetro real en su poder, Darío emprendió una estratégica alianza matrimonial con la rama superviviente de la familia de Ciro y se dedicó a lo más difícil: administrar los vastos territorios conquistados por este.

Con una extensión que abarcaba desde la actual Bulgaria a Pakistán, bajo su mandato Persia alcanzó su madurez gracias a la consolidación en sus dominios del ideal monárquico –Darío, como el Gran Rey de todos los países y todas las etnias–; la definición de sus estructuras de gobierno; un poderoso ejército –los 10.000 inmortales–, y una política cultural al servicio de la construcción de la identidad persa. Coordinado por el profesor Manel García Sánchez, el Dossier del número 286 destierra los estereotipos sobre su figura transmitidos por los autores clásicos y examina los logros de su reinado, la sacralización de la monarquía persa bajo la divinidad de Ahura Mazda, sus campañas militares en Europa –de Tracia a Maratón– y la eficiente red viaria y marítima diseñada para controlar los territorios conquistados y comerciar con todo tipo de productos procedentes de la Ruta de la Seda.

El análisis de la fracasada estrategia diplomática de apaciguamiento de Gran Bretaña y Francia ante las ansias expansionistas de Hitler y el estudio de las relaciones entre España y Argelia desde el siglo XV a la actualidad vertebran, con otros temas, el ejemplar.

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