Cuando se cumplen 150 años de la nacionalización de las colecciones del Prado, el museo dedica una exposición, El fusilamiento de Torrijos y sus compañeros, 1886-88. Una pintura para una nación, al famoso cuadro de Gisbert. La obra fue un encargo del Gobierno español presidido por el liberal Sagasta –cuyo retrato por Casado del Alisal también se expone– con destino específico para el museo. El lienzo muestra el fusilamiento de Torrijos y sus compañeros al amanecer de un domingo, el 11 de diciembre de 1831, después de ser traicionado por el general Vicente González Moreno y ser condenado a muerte por Fernando VII, en la playa de San Andrés.

Gisbert se había asociado con los liberales y, en 1860, había pintado Padilla, Bravo y Maldonado en el patíbulo, que es un claro antecedente, y que en la exposición se ha situado frente al fusilamiento. Torrijos era un héroe nacional vinculado a la independencia española y a la lucha por la libertad. Era culto, amigo de intelectuales como Espronceda y el duque de Rivas, que le retrató en su exilio londinense en un cuadro que también se expone. En Cambridge fascinó a poetas como Shelley y Robert Boyd, que sería fusilado con él.

José María de Torrijos, 1826, por el duque de Rivas, Madrid, Museo de Historia.

Su memoria fue rehabilitada durante la regencia de María Cristina. También se hicieron grabados, alguno de los cuales están en la exposición, e incluso se levantó un obelisco en su memoria en la malagueña plaza de la Merced.

Antonio Gisbert fue director del Museo del Prado entre 1868 y 1873, y en 1885 propuso la realización del cuadro al ministro de Fomento, aprovechando que, en 1881, el Congreso había adquirido la carta que Torrijos le dirigió a su esposa antes de morir. El atrevimiento de Gisbert fue grande, pues el antecedente a superar era Los fusilamientos de la Moncloa, de Goya.

El trabajo de Gisbert es una alegoría de la dignidad ante la muerte. Para ello, flexibilizó la veracidad de los hechos, ya que Torrijos y sus compañeros fueron los primeros fusilados, y en el cuadro aparecen por el suelo varios cadáveres. También sabemos que fueron abatidos de rodillas y que no se dejó a Torrijos dar la orden de disparar, aunque Gisbert deja clara su condición de militar por las botas que calza.

La escena transcurre en una atmósfera de serena nobleza. La mano suelta en primer plano recuerda a Géricault y el sombrero de copa está sacado de un cuadro de Gerôme. Con sus rostros serenos, los que van a morir se llenan de dignidad. Sabemos que murieron dando vivas a la libertad, atados, vendados y de rodillas. Este cuadro es el equivalente a un resumen de nuestra historia durante el siglo XIX.

Juan Ignacio Samperio Iturralde

* Reseña publicada en La Aventura de la Historia, número 247.

Una pintura para una nación. El fusilamiento de Torrijos

Exposición en el Museo del Prado (Madrid) hasta el 30 de junio de 2019.

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