Estado en el que quedó el coche de Carrero Blanco tras la explosión.
Estado en el que quedó el coche de Carrero Blanco tras la explosión.

Cada mañana, desde hacía más de veinte años, Luis Carrero Blanco realizaba la misma rutina: asistía a misa de nueve en la iglesia de San Francisco de Borja, cercana a su domicilio en la calle Hermanos Bécquer de Madrid, y, una vez terminada la celebración, subía a su coche oficial y regresaba a su domicilio para desayunar. Siempre seguía el mismo recorrido.

Portada del número 302 de la revista de historia La Aventura de la Historia, ilustrada con una imagen del atentado contra Carrero Blanco.

El 20 de diciembre de 1973, a las 09:28 horas, a la altura del número 104 de la calle Claudio Coello, el chófer del presidente del Gobierno Carrero Blanco, José Luis Pérez Mogena, conectó el intermitente derecho del vehículo presidencial –un Dodge Dart 3700, sin ningún tipo de blindaje– para salvar un coche aparcado en doble fila. Dos terroristas disfrazados de electricistas activaron en ese momento a distancia la carga explosiva que habían colocado en una galería subterránea excavada bajo la calzada durante días desde un sótano.

La explosión acabó con la vida del presidente del Gobierno, su chófer y uno de sus escoltas, el inspector Juan Antonio Bueno Fernández, y elevó el automóvil entre 35 y 40 metros, arrojándolo hasta el interior de un edificio propiedad de la Compañía de Jesús.

Medio siglo después del atentado, se siguen discutiendo especulaciones contrafactuales –¿qué hubiera pasado tras la muerte de Franco si Carrero no hubiera desaparecido?– con otras conspiranoicas que ven diferentes intereses en su eliminación –por parte de la CIA, sobre todo–.

Cuatro especialistas analizan en el Dossier que publicamos este mes las consecuencias del magnicidio en el devenir de la historia española –que no fueron las previstas por ETA–, la trayectoria del militar antes de convertirse en presidente y todas las claves de la Operación Ogro.

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Un artículo sobre el ascenso de Napoleón al trono imperial francés –al calor del estreno de la película de Ridley Scott sobre su figura– y dos textos sobre Jorge Semprún –a propósito de su centenario– y el marino Antonio de Escaño, entre otros muchos, completan este último ejemplar del año, que aprovechamos para desearles ¡un feliz y próspero 2024!.

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