El interés por imponer el dominio español sobre los “mares del Sur” y el casi-descubrimiento de Australia han sido abordados en el primer artículo de este Dossier. Este ímpetu ha dejado su marca en los formularios australianos, que piden al firmante declarar si es de la etnia “isleña del estrecho de Torres”. Sin embargo, lejos de las rutas de los galeones españoles, Australia no volvió a suscitar la atracción de las autoridades españolas, distraídas por guerras y riquezas en otros rincones del planeta, hasta mucho más tarde.
En las décadas de 1840 y 1870, alrededor de 600 españoles se asentaron en las antípodas, quizá espoleados por la inestabilidad política en España y probablemente atraídos por las fiebres del oro que reverberaron por Victoria y otras partes de Australia. Los más notables fueron sin duda un grupo de monjes benedictinos que fundaron en 1846 la abadía de Nueva Norcia (Australia Occidental), la cual conserva hoy los mismos edificios de estilo colonial español que en su fundación. Uno de estos monjes llegaría a ser obispo adjunto de Perth. Por veleidades de la historia, Nueva Norcia quedó más ligada a España en 2002 gracias al establecimiento de una estación de seguimiento de sondas de la Agencia Europea del Espacio, que tiene su homólogo septentrional en Cebreros (Ávila).
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