Antropólogo, editor y escritor, Esteban Martín entrevera en Revolución (Ediciones B) personajes históricos y de ficción para comprender una época convulsa y cargada de conflictos en la Cataluña del siglo XV. La imprenta es otro de los protagonistas de la novela.
Pregunta. ¿Por qué le ha interesado abordar en la actualidad este período de la historia de Cataluña?
Respuesta. Porque pensé que la guerra civil catalana del siglo XV bien merecía una novela. Comencé a leer sobre el tema y me resultó tan interesante que empezaron a surgir en mi mente personajes de ficción, grandes personajes a merced de los conflictos de la historia, padeciéndolos. El gran tema es la libertad, el anhelo de hombres y mujeres por ser libres, por ser protagonistas y no objetos de la historia; vivir dentro de un orden social más justo. El espíritu rebelde mueve a mis personajes para mejorar sus vidas y el mundo en el que viven y les enfrenta a un poder opresor que no quiere cambios de ningún tipo, ni en las vidas ni en la mentalidad de las personas.
P. El relato comienza en 1448, con Cataluña inmersa en una crisis. Sin embargo, a mediados del siglo anterior era un territorio rico, poderoso e influente. ¿Cuáles fueron las principales causas de este declive?
R. Eso lo cuenta muy bien Vicens Vives. Las causas son varias: la peste, el agotamiento demográfico de las ciudades y del campo, las exigencias de eclesiásticos, nobles y ciudadanos honrados de obtener los mismos beneficios de sus tierras, pérdida del espíritu de empresa en beneficio del espíritu rentista, crisis monetaria y de las finanzas públicas, rivalidades entre los clanes dirigentes, luchas sociales de los payeses y del poble menut por librarse unos de los abusos señoriales y de estar atados a la tierra y los otros por tener poder en el gobierno del Consejo de Ciento. Todo esto abocó a la guerra civil que terminó por arruinar al Principado.
P. Tras la guerra civil, el panorama es desolador, ¿cuándo y cómo empezaría a mejorar la situación política, económica y social en Cataluña?
R. Había que pagar la guerra y Barcelona y su Consejo, que había financiado al General, no solo se encontraba sin un “diner”, sino que además el General no estaba dispuesto a pagar las deudas. Los consejeros de la ciudad –que incluso se vieron obligados a suprimir la subvención al Hospital de la Santa Creu–, le piden al rey que “vice et manu regia”, actúe contra el General. Es a partir de las reformas del rey Fernando cuando, muy lentamente, se empieza a mejorar. El rey plantea un Plan General para la Recuperación de la Hacienda de Barcelona, reformas en las instituciones (Generalidad y Consejo de Ciento) en el sistema electoral de cargos y, también, en el de los gremios, abre el mercado de Medina del Campo para los productos catalanes. Es a partir de 1495 –veintitrés años después de la guerra civil–, cuando las cosas mejoran.
P. A mediados del siglo XV se agudiza también la división entre los estamentos privilegiados. ¿Cuáles son las principales diferencias entre la Busca y la Biga?
R. La Biga era el partido de la oligarquía y de los grandes potentados que dominaba la ciudad desde siempre; los cargos salientes elegían a los entrantes y siempre eran las mismas familias; además, más de la mitad del presupuesto se iba en pagar los intereses de la deuda pública que se encontraban en sus manos. La Busca lo formaban los pequeños comerciantes, menestrales y artistas; en suma: el poble menut deseoso de acciones de gobierno en favor de la economía productiva. Como dice Vicens Vives: “El acceso de los artesanos y los gremios a los puestos de mando del municipio barcelonés”. La monarquía les apoyará, al igual que a los remensas, para limar el poder de aquellos que copaban las instituciones.
P. También hubo divergencias en cuanto a la monarquía.
R. Durante la guerra civil se crea el Consejo del Principado, formado por veintiséis notables que representaban a los potentados, nobles y eclesiásticos. Están divididos entre ellos porque si bien unos desean una república aristocrática al modo de las señorías italianas, para muchos nobles eso era impensable en la época. Una cosa era poner a un rey en su sitio y hacerle cumplir los pactos o elegir a otro en su lugar –como así ocurrió con los llamados reyes intrusos–, y otra muy distinta abolir la monarquía. Yo, en todo momento he intentado en mi novela reflejar el espíritu de la época, mostrar el mundo como ellos lo veían y lo vivían y cuál era la mentalidad de las gentes.
P. ¿Qué demandaban los remensas?
R. Los remensas no cuestionaban la propiedad de la tierra, que era del señor, sino ser tratados de una forma más justa, no estar sometidos a los malos usos y a toda clase de atropellos, a no ser vendidos junto con la tierra y a no ser una “mera cosa” para su señor. Era una lucha por la dignidad.
P. Entre tanta corrupción y desmanes sociales escenificados a través de los personajes históricos y los de ficción, la imprenta irrumpe como una razón para el optimismo, pero también tuvo sus detractores. ¿Contra qué y quiénes tuvo que luchar en Cataluña?
R. Por un lado, una nueva tecnología –y la imprenta lo era–, siempre crea el temor de, por decirlo en términos actuales, la pérdida de puestos de trabajo. Hay un rechazo inicial, y eso se muestra en la novela, por parte de todos aquellos que viven de una u otra forma del negocio de los libros. Por otro, imagínese la situación: poder hacer copias a docenas de un mismo ejemplar. Esa, en el fondo, multiplicación de los panes y los peces y, a la vez, democratización de la lectura, debía asustar y mucho a todos aquellos que tenían el control del conocimiento que, como puede suponer, eran pocos y tenían copias únicas. La imprenta rompe con eso y mi personaje, Guillermo de Maguncia, que trae la imprenta a Barcelona, lo que quiere es llenar la ciudad de libros porque está convencido de que eso hará libre a la gente y les alejará del fanatismo, el oscurantismo y la manipulación. Dos ejemplos:
en 1502 los Reyes Católicos introdujeron la censura en los libros, redactando una pragmática en Toledo que, en resumen, decía: “Ningún librero ni impresor de moldes, ni mercaderes, ni factor no sea osado de hacer imprimir de molde ningún libro, obra pequeña o grande, en latín o en romance, sin que primeramente tenga para ello nuestra licencia y especial mandado”. El otro ejemplo: la Reforma de Lutero hubiera sido impensable sin la imprenta. Sus 95 Tesis se difundieron en pocos meses por toda Europa. En Wittenberg, se vendían cuatro mil ejemplares de sus escritos en cinco días. La imprenta fue una revolución y difusión del conocimiento mucho más importante que nuestra actual internet.
Marta Pérez Astigarraga
«Revolución»
Esteban Martín
Barcelona, Ediciones B, Penguin Random House, 2018
600 págs., 21,90 €