Agustín de Foxá, conde de Foxá y marqués de Armendáriz, fue uno de los escritores falangistas que, como diría Andrés Trapiello en su monumental Las armas y las letras, ganó la guerra pero acabó perdiendo la posteridad literaria. Solo una de sus obras, Madrid, de corte a cheka, ha sobrevivido medianamente al olvido al que ha sido sometido por motivos ideológicos, obviándose la gran popularidad de la que gozó durante el franquismo por su gran calidad de prosa como articulista y, también, por su personalidad ingeniosa y arrolladora, que ha dejado multitud de chistes y frases célebres.
También la desmemoria ha sepultado algunos de sus episodios vitales más desconocidos, y a la vez apasionantes, como su estancia en Finlandia durante la II Guerra Mundial, momento en el que conocería al escritor Curzio Malaparte, con el que visitaría el frente de Leningrado.
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