Hartinger, el fiscal que retó a Hitler

En abril de 1933, un supuesto intento de fuga en el campo de concentración de Dachau dejaba tres presos muertos y uno gravemente herido. Las cuatro víctimas, tiroteadas por guardias de las SS, eran de origen judío. Buceamos en una investigación que rescata la historia de un hombre que lo arriesgó todo con un único propósito: llevar a la justicia los primeros crímenes del Holocausto

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Arthur Kahn, Ernst Goldmann y Rudolf Benario tenían varias cosas en común. Los tres eran jóvenes veinteañeros de origen judío que vivían en el Estado Libre de Baviera. Los tres, aunque en distinto grado, simpatizaban con ideas claramente opuestas a los postulados del por entonces muy poderoso movimiento nacionalsocialista. Durante la oleada de arrestos preventivos que el III Reich desarrolló tras el incendio del Reichstag, en nombre de la seguridad nacional, los tres fueron encarcelados sin motivo alguno. Pero además, Kahn, Goldmann y Benario iban a compartir, una tarde de abril de 1933, el mismo trágico destino.

“Tres comunistas muertos a tiros cuando intentaban escapar del campo de concentración de Dachau”. Bajo este titular, el periódico Fürther Anzeiger informaba el jueves 13 de abril de 1933, sin ofrecer más detalles, de un fallido intento de fuga de prisioneros saldado con tres víctimas mortales y un herido grave en el centro para presos políticos que los nazis acababan de abrir en un páramo de la localidad de Dachau.

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