Aproximadamente a unos cinco kilómetros del centro histórico de Roma se encuentra la abadía de las Tres Fuentes, un complejo compuesto por varias iglesias y una pequeña vía, similar –aunque en miniatura– a la Appia Antica. Un oasis de paz y tranquilidad perpetua, con abundante vegetación y acuíferos bajo tierra, que en el año 303 d.C., bajo el reinado de Diocleciano, se convirtió en un gigantesco campo de ejecución en el que se mató a más de 10.000 romanos (la mayor parte, jóvenes de entre dieciséis y veinticinco años) convertidos al cristianismo, con san Zenón a la cabeza. Una matanza sin parangón hasta entonces. Dos siglos antes, el mismo lugar había sido el escenario de la decapitación de san Pablo.
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