Solo en el contexto de excepcionalidad que vivió España a partir de la primavera de 1808 se puede entender la historia de la Constitución de 1812. La inédita secuencia de una abdicación real, una invasión extranjera, un proceso juntista y una amplia movilización civil hicieron que todo lo que pudiera suceder en aquel momento fuera difícilmente identificable con ninguna de las fórmulas conocidas hasta ese momento.
A ello es necesario sumar el fracaso de las primeras soluciones propuestas, como la Junta Central y la Regencia, cuyas dificultades para dirigir la guerra llevaron hacia la convocatoria de Cortes. Estas constituían una fórmula de amplia representación que permitiría acometer medidas más radicales para frenar el avance, hasta ese momento imparable, de las tropas napoleónicas sobre la Península.
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