Más caro que El Escorial” y “Más largo que las obras de El Escorial” son frases que aún se emplean, pero que fueron acuñadas mientras se estaba construyendo el Monasterio de San Lorenzo, que Felipe II había emprendido en un paraje que una comisión de sabios había tardado dos años en localizar, después de recorrer minuciosamente los alrededores de Madrid, donde se decía que por allí pasaba un eje “mágico” que comunicaba directamente con el cielo –o con el infierno, según opinaban otros–. Para buena parte de la clase dominante, aquella obra era un dislate económicamente insostenible.
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