Es cosa sabida que la opinión pública, debidamente manipulada, eleva con frecuencia a la categoría de excelencia a personas, instituciones o teorías que, tras una temporada de universal aceptación, pronto dan muestras de que de excelencia, nada, y que todo no ha sido más que un embuste o, como dicen los ingleses, un bluff (“un farol”, traduce el diccionario Collins). Este tipo de casos se da en todas las esferas de la vida: el mundo empresarial, el político, el artístico, el deportivo, el de la moda,…. Tiene mucho que ver con el dicho “Cría fama y échate a dormir…”. Como en todos los timos (pues, hablando en plata, de eso se suele tratar), se necesita unos urdidores de esa “opinión de excelencia” y unos crédulos que le dan pábulo, casi siempre por miedo a quedar mal si no asienten. Más tarde o más temprano, el engaño acaba siendo descubierto y el ridículo cae sobre los involucrados. Es entonces cuando siempre hay alguien que trae a colación aquello de “el rey está desnudo”, aludiendo a un cuento muy popular en el que pasó algo parecido.
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