Josep Fontana, profesor emérito de la Universidad Pompeu Fabra y uno de los grandes renovadores de la historiografía española, ha fallecido en Barcelona a los 86 años de edad. El año pasado publicó El siglo de la revolución (Crítica), su último y monumental ensayo, en el que se propuso relacionar el presente con los ciclos históricos desarrollados en el mundo desde 1917. En todas las partes de la obra aparecen nuevos enfoques, nuevas propuestas de interpretación.

El primer capítulo de la última obra de Fontana se centra en la I Guerra Mundial. A continuación se analizan otros fenómenos globales, la crisis de 1929-1939, la II Guerra Mundial, la Guerra Fría, terminando en lo que Fontana denomina “La era de la desigualdad”, el periodo en el que nos encontramos, caracterizado por el estancamiento económico y social indefinido. Otra novedad consiste en llevar el análisis hasta la actualidad misma, con una voluntad clara de incidir en la opinión pública y generar debate y polémica. Una obra hipnótica, que aporta innumerables direcciones bibliográficas, imprescindible para entender el mundo actual y sus incertidumbres.

Pregunta. ¿Qué palabra o concepto utilizaría para definir la contemporaneidad?

Respuesta. Resulta difícil contestar porque la realidad social ha de ser analizada desde muchos aspectos. Pero si he de señalar alguna realidad que realmente está marcando el porvenir es la desigualdad. La desi­gualdad nos afecta a todos.

P. ¿Qué lugar ocuparía El siglo de la revolución en su larga trayectoria?

R. Fundamentalmente, yo empecé investigando la primera mitad del siglo XIX, pero enseñando historia contemporánea me di cuenta de hasta qué punto era importante realizar un análisis de lo que estaba sucediendo en el presente. Mi nuevo libro surge de un proyecto que tuvo una primera realización que se llamó Por el bien del Imperio (Pasado & Presente, 2011). Pero me quedó interés por profundizar en el periodo comprendido entre 1914 y 1945. Yo acabé ese libro en plena crisis del año 2008. En ese momento quedaba la esperanza de que se produciría una recuperación que no se ha verificado. Lo que se ha visto es que la llamada crisis se ha convertido en una etapa de estancamiento indefinido. Ya se ve que no se va a volver a la situación anterior a 2008. La idea de El siglo de la revolución nace de la conciencia de que los analistas actuales hablan desde hace tiempo de una nueva etapa de estancamiento permanente.

P. Su libro presenta el siglo XX como un periodo que no podría llamarse “revolucionario”, pero que de algún modo ha sido “el siglo de la revolución”, un siglo marcado por la experiencia iniciada en Rusia en 1917. Una revolución que fracasó, pero que marcó de algún modo la sociedad occidental durante muchas décadas. ¿No ha quedado nada de aquel ciclo revolucionario? ¿Realmente su fracaso fue completo?

R. Yo señalo, en este periodo que examino, dos ciclos revolucionarios fundamentales. Por una parte, está la historia de la Unión Soviética como proyecto de transformación, que ya se vio que no obtuvo el resultado esperado. Por otra, tenemos la extensión de las ideas del comunismo al resto del mundo. Realmente, la amenaza eran los movimientos subversivos desarrollados en la propia Europa Occidental, los de África y América Latina. Ese segundo ciclo revolucionario también falló. Y en este aspecto deben destacarse dos hitos: el fracaso del París de 1968 y la Primavera de Praga. París fue un paradigma: los estudiantes toparon con la política del Partido Comunista y los sindicatos, que no secundaron el movimiento revolucionario y se limitaron a recomendar medidas concretas como aumentos de salario. En Praga lo que se vio claro es que la fuerza transformadora de la Unión Soviética se había estancado. Por otra parte, también en EE UU fracasaron las propuestas de la nueva izquierda, que tampoco lograron transformar la sociedad.

P. ¿Cuáles son sus proyectos inmediatos? ¿Qué le obsesiona hoy?

R. Bueno, creo que hay que tener en cuenta mi edad y mi estado de salud. Acabo de ver en Internet el fallecimiento de dos colegas más jóvenes que yo. Creo que trabajar me mantiene. Mi dinámica es seguir trabajando. Porque me gusta. Así que, sí, justo cuando enviaba El siglo de la revolución a la imprenta ya empezaba otro libro. Se trata de un proyecto que debería durar unos cinco años. Quiero volver al campo de la etapa de 1815-1848, volver a la primera mitad del siglo XIX. Quiero explicar cómo se llega a la fecha clave de 1848, año del Manifiesto comunista, año también de revoluciones. Hablar de la revolución de 1830, de cómo se produce el fracaso de la Restauración.

P. ¿Es usted pesimista?

R. Yo me eduqué en una norma de Gramsci, la que dice: “Pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad”. He sido educado en esta premisa. Creo que existe la voluntad de que esto, el presente, debe cambiar. Las incertidumbres, por ejemplo, las que ha abierto Donald Trump, no engendran precisamente alegrías. Como dice Hobsbawm, “el mundo no cambiará solo”. Creo que, por fuerza, tendrá que llegar el cambio por acción de los hombres y las mujeres que no van a aceptar un empeoramiento indefinido de su situación.

Andreu Navarra

*Entrevista publicada en La Aventura de la Historia, número 221

El siglo de la revolución. Una historia del mundo de 1914 a 2017

Josep Fontana
Barcelona, Crítica, 2017
700 págs., 28,90 €

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