La Ilíada no es una obra amable. No sentimentaliza ni glorifica la guerra: la describe tal y como es. Ni puede decirse que el amor sea uno de sus temas: no fue amor, sino afán de poder, lo que causó la guerra que acabó con la destrucción de Troya. Los poemas del ciclo troyano no son precisamente cuentos para niños, y se alejan por completo de lo que consideramos políticamente correcto. Los valores y ocupaciones de los héroes homéricos recuerdan, en realidad, nuestra lista de los pecados capitales: ira y soberbia, gula y lujuria figuran entre las pasiones dominantes de los grandes personajes de Homero, en un mundo basado no en el concepto de pecado, sino en el de vergüenza o humillación, con unos valores bien distintos de los nuestros.
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