Mientras el viejo Imperio soviético había desaparecido del mapa hacía más de veinte años, el nuevo liderazgo ruso emergía en 2014 de la mano de su influencia económica y militar dispuesto a reescribir la historia del colapso de la URSS. Rusia ha librado desde entonces guerras tanto a cara descubierta como en la sombra, además de anexionar territorios y utilizar su monopolio energético en Europa del Este como arma para establecer un sistema de control político sobre el espacio de las antiguas repúblicas soviéticas. Un nuevo escenario postimperialista mucho menos costoso y mucho más flexible del que jamás dispusieron los zares o la URSS.
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