Quizá la festividad que mejor representa una situación estrictamente femenina sea la Purificación de la Virgen, que cada 2 de febrero recuerda su preceptiva visita al templo a los cuarenta días de dar a luz. Esta especie de “homenaje a la parturienta” fue instaurado por el papa Gelasio en 496 para oponerlo a las fiestas purificatorias romanas: las lupercales de febrero.
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