En 1064, una coalición de fuerzas cristianas, con presencia franca y bendición pontificia, conquistaba Barbastro. Aunque la ciudad sería reconquistada por los musulmanes al año siguiente, esta pérdida fue un duro golpe para los andalusíes. El cronista cordobés Ibn Hayyan († 1075) describió el hecho como la mayor de las desgracias. Más aún, en ese mismo año de 1064, Fernando I de León († 1065) había tomado también la ciudad de Coimbra.
A este doble impacto se uniría, veinte años más tarde, la conquista de Toledo por parte de Alfonso VI († 1109) en el año 1085, hito que supuso un punto de inflexión para la historia medieval peninsular. Abd Allah, rey taifa de Granada (†1090), dejó constancia en sus Memorias de la repercusión que la caída de la ciudad tuvo en los andalusíes: “Los llenó de espanto y les quitó la menor esperanza de poder seguir habitando en la Península”.
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