La entrada de las tropas franquistas en Barcelona el 26 de enero de 1939 marcó el principio del fin de la Guerra Civil española. La escasa resistencia desplegada en la Ciudad Condal evidenció el agotamiento del ejército republicano. Exhaustos y mal pertrechados, muchos soldados iniciaron el camino del exilio hacia la frontera francesa. Junto a ellos lo hacía también un contingente humano heterogéneo, compuesto por hombres y mujeres de todas las edades, que huían de la represión, las cárceles y la muerte.
Cuatrocientos cincuenta mil republicanos españoles cruzaron los Pirineos en febrero de 1939. Una travesía marcada por la incertidumbre y la desesperación que se realizó en unas condiciones espantosas. Perseguidos y acosados por el ejército franquista, los exiliados arrastraban por caminos tortuosos sus pocas pertenencias, marcados por el terror y la incertidumbre sobre su futuro inmediato. En unas condiciones climáticas adversas, la retirada dejó para la historia imágenes dantescas de hacinamiento y desesperanza.
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