Decía el cantautor Pino Daniele que Nápoles era el sur del mundo, y que además su índole era un crisol de mil colores, mil sabores, mil miedos. A partir de ahí se entendería mejor la complejidad de una ciudad que, como Roma, es una simbiosis entre vida y muerte y que su extensión jamás fue a lo largo y ancho sino por capas, de abajo a arriba.
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